jueves, 22 de agosto de 2013





Confusión
de caballos desbocados
fuertes y briosos
débiles y empujados

Confusión de moho en las paredes
y tibieza que quiere y no puede

Con fuego en los ojos
desbocado el corcel me mira
Desbocado un Rocinante despojo
con mirada triste transpira

Cuatro líneas, cuatro
rayan la húmeda pared
y cinco uñas se incrustan
en la piel seca de sed.


Del libro "Entre corceles, rocines y pegasos" Zully Cabrera


El baile


(Contamos con Marindia FM 88.9)

El alboroto de las jóvenes vistiéndose sus atuendos de fiesta, contagiaba el rancho salpicando barullo adolescente.
Esmeralda daba los últimos puntos en el dobladillo y Laura cerraba el cierre del vestido de Gloria. El polvo para rostro estaba quebrado y se aprovechaba con cuidado, se deslizaba en los rostros frescos con velloncitos de oveja.
En la puerta esperaba el charrette con abundantes pelegos en sus asientos y el gateado amarrado y con ojeras.


La escuela se dibujaba más allá del monte achaparrado y cerca del río, desde la loma es el prendedor, gala del paisaje.
Amelia adornaba con membrillo y flores de zucará la cabeza de lechón que luego se rifaría.
Dos escobas de chilcas bailaban emparejando el piso regado. Los bancos largos se sentaron a los lados. En un rincón dos valijas con acordeón y guitarra, aguardaban…
Al lado de la cachila de Jesús se alzaba una torre de casilleros de “naranjita”. La maestra estaba entre la espuma de guirnaldas pegando los últimos anillos…
El Inspector Brayett escribía el discurso bajo la anacaguita…El cordero y el lechón estaqueados, aguardaban para brindarse a los comensales.

Las jóvenes con sus colores y risas flameando, llegaron a la escuela con tío Maximo a su lado cabalgando en el pinto. Pequeños grupos aquí y allá ataban sus pingos en árboles o postes.
Los bancos del interior fueron floreciendo y pronto las mesas del exterior se llenaron de gauchos y chinas, ya escondidas en las modas de la ciudad.
El discurso del Inspector obligó a una pausa en el juego de tabas y obligó a unos a sentir al viento y a otros las palabras.
Los músicos estaban ubicados esperando el aplauso final para comenzar; algunos miraban de reojo y apuraban su cachaÇa o caña blanca para “tomar coraje”.
El salón era un torbellino de colores risas rubor y polvareda.


El Cholo ese día le dio el primer beso a Esmeralda.
Gloria se enamoró del mozo del acordeón…
Laura se enteró entre baile y baile de los chimentos del pago y prometió sus besos para las próximas pencas de enero.
Tío Máximo quedó prendado de las caderas de la maestra.
El recuerdo del baile de la escuela duraba todo el año, su aroma, su música, sus risas, en fin ese latir más rápido del corazón.


Autor

Zully Cabrera